INCAP, septiembre 2019
Contribuciones del INCAP
Debido a la alta incidencia de niños severamente desnutridos, en la década de los años 50's el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá –INCAP- inició una serie de investigaciones para aumentar la disponibilidad de proteínas en la población.
La deficiencia proteica en Guatemala fue sumamente compleja en esos años, siendo un factor de importancia la escasez de fuentes adecuadas de proteína para uso en alimentación de niños pequeños y a su vez, el acceso para la población. En la mayoría de las regiones tropicales y subtropicales, la disponibilidad de leche y de otros alimentos de origen animal era bastante limitada, más aún en relación con el poder adquisitivo de la población y por otros factores, como la falta de facilidades de tránsito de transporte y de medios para preservarlos.
La necesidad de solucionar este problema hizo que el INCAP, concibiera la idea de utilizar para consumo humano fuentes disponibles de proteínas vegetales. Es así como el equipo de científicos encabezado por el Dr. Ricardo Bressani Castignoli, emprendió la creación de un alimento fácil y adaptable a los hábitos alimenticios de la población, que estuviese dentro de sus posibilidades económicas, que fuese fácil de transportar, preservar y preparar bajo las condiciones prevalentes, y además fuera nutricionalmente adecuado para complementar las dietas de consumo habitual, con las proteínas necesarias.
Es de acotar, que años atrás en la región era muy común el uso de diferentes harinas que, mediante su cocción en agua, se preparaban en forma de atole para la alimentación de niños pequeños, en particular como sustitutos de leche durante y después del destete. Esta práctica es uno de los principales factores dietéticos responsables de la desnutrición proteica, porque las harinas que más se utilizaban eran de maíz, arroz, plátano y almidones purificados de maíz o de yuca. Sin embargo, este mismo hecho hizo ver la conveniencia de desarrollar el complemento proteico en forma de harina, haciéndola tan parecida como las circunstancias lo permitieran, a las ya usadas tan ampliamente y cuyo consumo se recomendaría prepararla en igual forma.
Teniendo en cuenta la composición de aminoácidos de diferentes posibles fuentes de proteínas disponibles para este propósito, así como factor costo, se inició el desarrollo de fórmulas de diversas mezclas. La idea fundamental era usar como base una harina de cereal suplementada con un concentrado proteico para mejorar tanto la concentración, como el valor biológico de la proteína.
En 1956 se obtuvo una mezcla que demostró ser satisfactoria en todos los estudios de laboratorio y en los muy estrictos ensayos de valor nutritivo, que se realizaron en ratas y polluelos del Instituto Agropecuario Nacional de Guatemala –IAN-. La fórmula de la mezcla vegetal No.8 consistía en harina de maíz 50%, harina de ajonjolí 35%, harina de torta de semilla de algodón 9%, levadura torula 3% y harina de kikuyu deshidratado 3%.
Esta fórmula fue la primera en someterse a evaluación clínica en niños. Bajo estricta supervisión hospitalaria se llevó a cabo en niños normales: pruebas de asertividad y tolerancia, así como del valor nutritivo de la fórmula por medio de estudios de crecimiento y de balance de nitrógeno.
Estimulados por los buenos resultados obtenidos, se ensayó la mezcla en el tratamiento de niños con desnutrición proteica, a quienes se les dio una dieta a base de la mezcla No.8 en donde se demostró que, tras unas semanas de ingesta mejoraron su condición nutricional. Es entonces que se demostró la posibilidad de preparar una harina a base de productos vegetales, que pudiera ser usada como fuente principal de proteínas, cuando por cualquier razón las circunstancias no permitiesen ingerir productos de origen animal.
La mezcla No. 8 fue puesta a prueba por el Dr. Moisés Béhar en los niños hospitalizados y en el campo por el Dr. Werner Áscoli.
Sin embargo, los científicos buscaron dar mayor flexibilidad a la fórmula, fue así como los investigadores crearon una nueva mezcla vegetal denominada 9B, la cual contiene harina de maíz 29%, harina de maicillo (sorgo), 29%, harina de semilla de algodón 38%, levadura torula 3%, carbonato de calcio 1% y 4,500 Unidades Internacionales de vitamina A por 100 g de mezcla; teniendo un contenido proteico de 27.5%.
Con el propósito de determinar la aceptabilidad de la mezcla 9B bajo condiciones de campo, se seleccionaron, con la cooperación de los centros locales de salud,79 familias de escasos recursos en cuatro colectividades rurales de la República de Guatemala, a las cuales se les dio el producto en cantidades suficientes para que cada niño de edad preescolar consumiera tres vasos diarios. Las pruebas variaron en duración desde 17 hasta 19 semanas, la acogida inicial fue excelente y causó tendencia de mejorar aún más durante el período de prueba. Fue así que 99 niños de un total de 129 consumieron el producto de dos o más vasos diariamente a través de todo el periodo, y en el curso de las dos últimas semanas 110 niños consumían de dos o más vasos diarios. La gran mayoría de estos niños manifestaron que la bebida le gustaba mucho y casi todos los padres indicaron que les gustaría comprar el producto, si era posible adquirirlo a bajo costo.
En vista de estos alentadores resultados y bajo los auspicios de las autoridades nacionales se inició una prueba de distribución en aldea Palín, departamento de Escuintla, en Guatemala, con una población de cerca de 4000 habitantes dominantemente indígena, la mezcla con el nombre genérico Incaparina fue ofrecido al precio de 3 centavos la bolsa de 75 gramos. Durante el período de prueba de 5 meses, el público adquirió 1200 bolsas por semana, el centro de salud y los maestros de escuela de la localidad recomendaban el consumo del producto, pero esto no fue objeto de ninguna propaganda comercial.
Se consideró entonces que la forma más eficiente de introducir estos productos como alimentos habituales a la población, sería por medio de su fabricación y distribución por parte de firmas comerciales calificadas y responsables. Previo consentimiento de las organizaciones gubernamentales pertinentes, el INCAP presentó a las empresas autorizadas toda la colaboración necesaria para mantener el más estricto control de calidad del producto. El precio de venta al público fue también regulado a nivel más bajo compatible con los beneficios mínimos que dichas empresas esperan obtener por ventas en gran volumen, a fin de que el programa de introducción de Incaparina en el mercado, alcanzara el deseado éxito.
Es de hacer notar que, aunque la Incaparina fue concebida y diseñada para satisfacer la urgente necesidad de contar con un producto de este tipo para la alimentación de niños pequeños, tampoco puede considerarse como un alimento exclusivo para niños, pues puede usarse como fuente de proteína, vitaminas y minerales en la alimentación de todos los miembros de una familia.
Cabe señalar, que la Incaparina no puede considerarse como una solución al complicado problema de desnutrición, pero sí puede considerarse como una importante contribución hacia ese fin, ya que la solución permanente de tan grave problema es mucho más compleja y depende de múltiples causas, requiere esfuerzos educacionales sanitarios, así como la adopción de medidas que tiendan a mejorar las condiciones económicas sociales y culturales de los países.
Bibliografía
Béhar, D. M. (1954). La Incaparina . INCAP.
INCAP. (1961). Informe sobre el desarrollo y utilizacion de INCAPARINA . INCAP.
INCAP. (1968). Incap and Incaparina. Pediatrics World Wide, 2.
INCAP. (1973). La mezcla vegetal de bajo costo y rica en proteinas . INCAP.
INCAP. (1988). Informe Anual 1988.
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